No me alcanza
Por: Pastor Rolando Rodríguez

Jesús dedicó mucho tiempo a confrontar la falta de fe de sus discípulos, porque era algo esencial. Tener fe significa confiar en Dios incluso cuando todo parece imposible.

¿Somos personas de fe? La fe verdadera puede ser reconocida porque se expresa con acciones. No es solo algo interno o emocional; es visible, activa y produce frutos.

Santiago 2:17-18. Una fe auténtica se demuestra con obras reales, a través de actos, declaraciones, confianza y descanso en Dios y con evidencia visible en la vida de la persona.

Lucas 1:18-20: «Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada. Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas. Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.»

Zacarías dudó incluso después de ver al ángel Gabriel, a pesar de estar en un lugar donde nadie más podía entrar y escuchar cosas que solo él y Dios sabían. Aun con todo eso, no creyó. La incredulidad fue su mayor obstáculo.

La poca fe nos limita. Nos permite comenzar, pero no terminar. Es suficiente para entrar en el camino, pero no para recibir todo lo que Dios quiere darnos. No conquista ni recibe la plenitud de la bendición.

Los cinco ingredientes de la poca fe:

1. El temor. Mateo 8:26. El temor nos detiene. Es sutil, pero si le damos lugar, nos paraliza. ¿A qué le tememos?

2. La duda. Mateo 14:31. Dudar es cuestionar si Dios realmente hará lo que ha dicho.
¿Será capaz? ¿Cómo sabré si Dios cumplirá?

3. Pensar en lo negativo. Mateo 16:8. A veces, nos enfocamos en lo que falta, en las circunstancias, en lo que no tenemos.

4. La baja autoestima. Lucas 12:28. Son esos pensamientos como: «No merezco», «No valgo nada», «No soy suficiente», que limitan nuestra fe. Creemos que la bendición es para otros y no para nosotros.

5. El pecado. Juan 9:1-3. El pecado puede ser un obstáculo para recibir los milagros de Dios, aunque no siempre es la causa directa del sufrimiento. Aun así, debe ser confrontado para abrir camino a la fe.

La fe verdadera confía, actúa y permite a Dios obrar plenamente en nuestra vida, sin dejarse limitar por el temor, la duda o el pecado.

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