Somos la Iglesia
Por: Pastor Marcos Witt
Salmo 26:8. El objetivo de esta enseñanza es que cada persona vuelva a enamorarse de la Iglesia de Jesucristo y renueve un compromiso con ella. Jesús dijo que edificaría la Iglesia como un Templo Santo y que las puertas (autoridades espirituales) del infierno no podrán hacerle frente a su Iglesia.
Las iglesias locales son familias de fe, las cuales se congregan al rededor de todo el mundo. Hay familias de todo tipo: unas grandes, otras pequeñas, y Dios nos ha puesto, a cada uno, dentro de una de estas familias. Y como las familias en lo natural, ninguna es perfecta, porque cada iglesia se compone de gente normal, es decir, imperfecta. La Iglesia no es un museo de cristianos perfectos, sino que es un hospital para gente necesitada.
Veamos tres razones, aunque hay más, por las que Dios nos junta en estas familias de fe:
1. Para madurar y crecer juntos en nuestra vida espiritual. Efesios 4:11-15. Mientras nos reunimos para compartir la Palabra, Dios va cambiando cosas en nosotros: pensamientos, actitudes, para que, cada vez, nos parezcamos más y más a Cristo.
2. Para protegernos. Dios dijo en Génesis que no es bueno estar solos, porque cuando estamos en familia, es más difícil pecar, pues nos cuidamos el uno al otro. Hay protección en el redil; si nos comprometemos con la iglesia, aprenderemos de personas entrenadas correctamente según la Palabra de Dios y eso nos ayudará a esquivar enseñanzas incorrectas.
3. Para aprender a servirnos entre nosotros. Como en cualquier familia, mientras vamos creciendo, comenzamos a ayudar con las tareas de la casa. Así mismo, en la iglesia, hay mucho por hacer; si llevamos suficiente tiempo en esta familia, debemos inscribirnos para servir en alguno de los ministerios.
La Iglesia es un lugar donde podemos aprender unos de otros y, mientras vamos creciendo, Dios nos está edificando juntos.
Es muy importante tener un compromiso con nuestra iglesia, sin embargo, primero debemos estar enamorados de la casa de Dios. Necesitamos llegar a un punto, de nuestra madurez espiritual, en que la razón para congregarnos en nuestra familia de fe es porque amamos a nuestra iglesia. Ese amor, automáticamente, nos hace tener un compromiso con esta familia.
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