Apagando la lucha y la contienda
Por: Pastor David Ingman
Santiago 3:13-17. Aquí, el hermano del Señor, Santiago, nos habla de dos tipos de sabiduría: la sabiduría terrenal, falsa y egoísta, marcada por la envidia y la ambición y la sabiduría celestial, verdadera, que se manifiesta en humildad, paz y buenas obras. Santiago se dirigía a cristianos que enfrentaban conflictos internos y discordia en sus comunidades. En pocas palabras, estaba diciendo que las personas verdaderamente sabias viven con humildad, dejando de lado el orgullo para servir a los demás.
Al ver las horribles noticias en los medios, podemos notar cuán maligno es nuestro enemigo, el diablo, y cómo ha planeado cuidadosamente dividir, destruir, corromper, causar división, discordia y contienda por medio de toda obra maligna posible.
También pienso en la Iglesia, llamada a ser sal y luz en este mundo; en nuestras familias, amigos y seres queridos que aún necesitan conocer a Jesús. Pienso en lo cerca que estamos del rapto de la Iglesia y en cuán diligentes debemos ser para alcanzar las almas que aún permanecen en la oscuridad.
Pero, tristemente, también reflexiono en la actitud mezquina que a veces se manifiesta en algunos hermanos y hermanas en Cristo, más preocupados por si pueden celebrar el “Día de los Difuntos”, que por las almas que necesitan salvación.
¡¿Qué nos ha pasado?! ¿Dónde quedaron nuestros valores, metas e identidad cristiana?
¿Dónde está el fuego que nos distinguía como Iglesia de Cristo?
Gálatas 5:14-15 (NTV). Mateo 22:36-40 (NTV). Estas leyes fueron dadas en el Antiguo Testamento, y Jesús las confirmó en el Nuevo. Creo firmemente esto: si una persona ha nacido de nuevo verdaderamente, recibe una nueva naturaleza que ama a las personas.
2 Corintios 5:17. Cuando realmente nacemos de nuevo, nuestra naturaleza cambia, y con ese cambio somos capacitados para amar a los demás como Dios los ama. Aun con sus defectos y debilidades, surge dentro de nosotros una pasión llena de misericordia, amor y empatía, que nos permite amar de una forma que antes jamás podríamos haberlo hecho.
Si realmente hemos “nacido de nuevo”, debe haber evidencia de ello en nuestra vida.
Proverbios 6:16-19. Es interesante que la Biblia mencione la división y la contienda como cosas que Dios aborrece. Debemos pedir al Espíritu Santo que nos revele por qué Dios odia tanto la lucha y la discordia, y entender que la Iglesia solo será verdaderamente efectiva cuando esté unida en Espíritu y en Verdad.
¿Por qué son tan peligrosas la lucha y la contienda para el Cuerpo de Cristo? Porque dañan la unidad, obstaculizan el crecimiento espiritual y el servicio, y debilitan el testimonio de la Iglesia ante el mundo. Estos conflictos crean división, permiten que la amargura se arraigue y limitan la capacidad de los creyentes para servir a Dios eficazmente, desviándolos hacia comportamientos mundanos en lugar de vivir en el Espíritu.