Hábitos que debilitan tu fortaleza espiritual
Por: Pastor David Ingman

No creo que ningún cristiano pierda contra el diablo porque este sea más fuerte que nosotros, sino porque a veces nos volvemos espiritualmente débiles, y él se aprovecha de esa debilidad. Cuando eso sucede, entra con su estrategia: “El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir…” (Juan 10:10)

Hablemos de cuatro malos hábitos que nos debilitan espiritualmente:

1. El mal hábito de descuidar la oración y la Palabra. Mateo 26:41. Esta negligencia implica simplemente “dejarse ir”, y no proteger tu tiempo con Dios. ¡Deja de tratar la Palabra y la oración como algo ocasional, y sé INTENCIONAL! Jeremías 29:13. Jeremías nos recuerda que lo encontraremos cuando lo busquemos con todo el corazón.

2. El mal hábito de alimentarse de influencias mundanas. Romanos 12:2. Si la mayoría de lo que ves, escuchas o consumes cada día, está alejado de Dios y Su Palabra, inevitablemente te debilitarás espiritualmente.

 (Mateo 12:34) Todo lo que permites entrar a tu corazón y mente a través de los ojos y oídos deja una huella en tu alma. Con el tiempo, esto adormecerá tu sensibilidad a la voz del Espíritu Santo. No puedes llenar tu mente con lujuria, chismes y negatividad toda la semana y luego esperar “oír” la voz de Dios o estar encendido por Él.

3. El mal hábito de aislarte de la comunidad cristiana. Hebreos 10:25. El diablo ama aislar a los creyentes para que se enfríen. Si tu única fuente espiritual es ver un sermón en YouTube una vez por semana, te estás perdiendo la fortaleza que viene de caminar con otros creyentes.

Proverbios 27:17. Muchas veces las personas están solas simplemente porque eligen caminar así, y eso abre la puerta a la ofensa y otras influencias espirituales negativas. Necesitamos a quien rendir cuentas, un hermano o hermana maduro en la fe que pueda entender nuestras luchas. Alguien que pueda mirarte a los ojos y preguntarte sinceramente: ¿Cómo está tu alma?

4. El peligro de tolerar el pecado secreto y la ofensa. Salmos 66:18. El pecado secreto es como una fuga lenta en una llanta: poco a poco te roba la fuerza y la llenura del Espíritu Santo. El pecado oculto te roba la confianza, la valentía, la intimidad con Dios y tu capacidad para discernir entre el bien y el mal. Te lleva a esconderte de Dios y evitar la oración y la comunión. Terminas caminando en las sombras en lugar de en la luz.

Pero hay buena noticia, no necesitas vivir en la prisión de los secretos: Proverbios 28:13.

A veces no se trata solo de “un gran pecado”, sino de la ofensa o el resentimiento que guardas en tu corazón. La falta de perdón abre una gran puerta al enemigo y bloquea tu propio perdón.

Mateo 18:34-35. Muchas personas pierden el fuego de Dios por causa de la ofensa. Tal vez no sea fornicación o adulterio, pero la amargura también roba tu relación con Dios.

Es el momento de cambiar esos hábitos malos y fortalecer nuestro espíritu y relación con Dios.

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