Beneficios del ayuno
Por: Ma. Paulina González
16/01/2022
Isaias: 3:10 (NTV). Un año nuevo trae cosas nuevas, que, en su mayoría, desconocemos; lo que sí sabemos, es que, si permanecemos junto a Dios, tendremos un año grandemente bendecido. El mundo está plagado de malas noticias, pero en la casa de Dios hay buenas nuevas.
Es verdad, vivimos tiempos difíciles, la Biblia los describe como peligrosos; pero, como Hijos de Dios, no podemos darnos el lujo de iniciar el año de cualquier manera, ni pretender atravesarlo como los anteriores, llenos de temores, tristeza, desánimo o dudas.
Queremos que haya cambios, ¿verdad? En nuestra familia, en el país, la situación del mundo en general. Dios va a comenzar los cambios, pero primero en nosotros, sus hijos, porque somos su Iglesia.
Estos 21 días ayuno son un excelente inicio para ese cambio. Si estamos ayunando y orando, estamos marcando este año en favor de nuestra vida personal, familiar, de salud, finanzas, de nuestra nación y del mundo.
Hay muchos beneficios de un tiempo de ayuno, pero, hoy hablaremos de tres:
1. El ayuno es una oportunidad para ponernos a cuentas con Dios, para buscarlo de una manera real y profunda. Isaías 1:18 (NTV). Pongamos las cosas en claro: estemos a cuentas y ordenemos nuestra vida.
2. El ayuno desata ligaduras, nos limpia, quita cargas y nos libera. Isaías 58:6-7. Se trata de desprendernos de todo tipo de ofensa, de orgullo, ira, mentira, idolatría y falta de amor. Un verdadero ayuno va a limpiar el corazón. De allí vendrán las respuestas a nuestras oraciones, la sanidad, la provisión, etc.
Isaías 58:8-12. Comunidad de fe: Seremos como un huerto bien regado, como un manantial que nunca se seca. Reconstruiremos las ruinas desoladas de sus ciudades, conocidos como reconstructores de muros
y restauradores de casas.
3. El ayuno nos prepara para recibir el alimento espiritual correcto, el que nos va sostener, fortalecer y mantener con una fe firme, frente a lo que venga. Mateo 4:1-2.
No se trata de forzar a Dios con sus favores, a través del ayuno, sino de preparar nuestro espíritu, alma y cuerpo para escuchar y obedecer la voz del Señor como nunca antes.
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