Soy espejo y me reflejo

Por: Pastor Martín Holguín

La realidad es que, cada uno de nosotros, somos espejos.

En tiempos antiguos, los reyes y emperadores de los grandes imperios y naciones, como Roma, Grecia, Babilonia o Egipto, se veían a sí mismos como deidades, como hijos de los dioses o como la imagen de estos. Esto les daba el derecho a gobernar como quisieran, sin que nada ni nadie se oponga a sus mandatos, pues sus mandatos eran divinos; en otras palabras, eran ellos quienes definían lo bueno y lo malo. Por ejemplo, la esclavitud podía ser justificada, el asesinato de bebés no era algo malo si eso evitaba que los esclavos se multipliquen y causen una rebelión en contra del imperio.

Sin embargo, en la Biblia se nos dice claramente que los reyes no son Dios y, de hecho, dice que no podían hacerse imágenes de Dios.

La razón de esto es que ya Dios nos hizo a los seres humanos a SU IMAGEN, y lo dice en las primeras páginas de la Biblia. Esto significa que somos sus representantes aquí en la tierra.

Génesis 1:26 (NTV).

El problema viene cuando nosotros mismos, y no Dios, decidimos qué es bueno y malo, porque entonces ya no reflejamos a Dios, ensuciamos el espejo y se hace imposible ver claramente la imagen de Dios en nosotros.

Los seres humanos hemos escogido no someternos a Dios y, así como los reyes y emperadores de la antigüedad, hemos usado la autoridad y la creatividad que Dios nos ha dado para hacernos daño entre nosotros, para nuestro propio beneficio.  El pecado ha provocado guerras, divorcios, divisiones, etc.

Entonces, ¿Cómo va Dios arreglar este mundo de egoísmo y destrucción? Para esto nos ha salvado Jesús. La imagen es una vocación, la vocación divina de la humanidad.

El ser humano es la imagen de Dios en la tierra… al menos ese es el propósito original del Señor para nosotros. Dios ha querido compartir su autoridad con los seres humanos para que podamos llenar la creación con la vida y la creatividad que nos ha dado. En otras palabras, usar la autoridad que Dios nos ha dado para beneficio de los demás.

La mejor versión de cada uno de nosotros es la imagen de Dios. Cuando somos generosos y no estamos enfocados solo en nosotros. Demos al César lo que es del César, pero a Dios lo que es de Dios. Cristo es la imagen perfecta de Cristo.

Colosenses 1:15 (NTV).

1 Pedro 2:9 (NTV). Si hay algo bueno en nosotros es porque estamos reflejando a Dios. Somos hijos de Dios.

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