¿Qué espera Dios de mí?
Por: Pastor Luis Navarrete

A lo largo de la historia, los creyentes han tenido preguntas que han rondado su mente: ¿Cómo me acerco a Dios? ¿Qué debo hacer para obtener su favor? ¿Qué hago para que Él me bendiga? Y es normal que estas preguntas surjan cuando enfrentamos pruebas, dificultades, retos y desafíos en la vida. En el libro de Miqueas, encontramos un diagnóstico de los conflictos que solemos experimentar como creyentes, así como consejos que pueden guiarnos en nuestra fe.

1. La pregunta del millón. Miqueas 6:6-7 (NTV). Muchas veces intentamos cumplir con requisitos religiosos y obedecer reglas para agradar a Dios; creyendo lo impresionaremos con nuestras obras, pero la realidad es que Dios no está interesado en sacrificios ni en cosas materiales; no podemos comprar su favor ni torcer su voluntad con nuestras acciones y la relación con Dios no se basa en méritos humanos, sino en fe y obediencia sincera.

2. El origen de nuestros conflictos. Miqueas 2:1 (NTV). Como hijos de Dios, somos llamados a poner nuestra confianza en Él. Proverbios 3:5-6 (NVI). Sin embargo, la naturaleza humana nos impulsa a hacer nuestros propios planes sin consultar a Dios, a actuar con autosuficiencia e independencia y preocuparnos cuando las cosas no salen como esperamos. El resultado de esta actitud es aflicción, estrés y ansiedad.

3. Buscamos a Dios cuando ya estamos en problemas. Miqueas 3:4 (NTV). Muchas veces buscamos a Dios solo cuando enfrentamos dificultades. El problema es que actuamos primero sin consultarlo y luego, al fallar, esperamos que nos rescate de inmediato. Queremos que Dios responda a nuestras oraciones, aunque lo hemos dejado fuera de nuestras decisiones. Por eso, la clave es buscar a Dios antes, no después de los problemas.

4. Lo que Dios pide de nosotros. Miqueas 6:8 (NTV). Dios no busca sacrificios, sino un corazón alineado con sus principios. Él nos llama a:

– Practicar la justicia, es decir, hacer lo correcto. Deuteronomio 10:12-16 (NTV) La justicia es clave en el plan de Dios. Como creyentes, debemos luchar por la justicia en el lugar donde estemos.
– Amar la misericordia, es decir, mostrar compasión. Dios nos ha mostrado gran misericordia y espera que hagamos lo mismo con los demás. Debemos llevar el mensaje del amor y la misericordia de Dios a todos, especialmente a los más necesitados.
– Caminar humildemente con Dios. La humildad es clave en nuestra relación con Dios y con los demás. No debemos creernos mejores ni más importantes que otros, pues una persona orgullosa se sobreestima a sí misma y no reconoce su dependencia de Dios.

Entonces, recordemos siempre que Dios no nos pide sacrificios materiales ni obras impresionantes, sino una vida de justicia, misericordia y humildad, eso es lo que Él espera de nosotros como sus hijos.

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