¿Qué es lo más importante que tenemos en la vida? Seguramente, cada uno de nosotros tenemos una respuesta diferente a esta pregunta: familia, dinero, posesiones, una profesión, títulos, etc. Ahora, otra pregunta interesante es esta: ¿Qué significa para nosotros el tiempo en esta tierra?
Una persona joven podría pensar en el futuro: educación, trabajo, matrimonio y familia; alguien mayor, en cambio, pensaría en qué ha hecho de su vida, si la administró bien o cuánto tiempo le queda.
Efesios 5:15-17 (NTV). Colosenses 4:5. Sin duda, como creyentes, nuestro tiempo es lo más importante y valioso que tenemos. Es tan importante que Pablo nos dijo, en las Escrituras, que debemos redimirlo. Redimir significa retomar, recuperar o tomar el control. El Señor está muy interesado en cómo administramos nuestro tiempo en esta vida y, aun así, muchos cristianos ven a cada día como algo común y sin importancia.
Salmos 39:4-5 (NTV). Seguramente, todos seremos juzgados por cómo usamos el tiempo que Dios nos dio. Si vemos al tiempo desde Su punto de vista, entonces nuestra perspectiva de la vida cambiaría completamente. En lo natural, nuestras vidas son frágiles y es tan poco lo que podemos hacer físicamente, pero la Palabra de Dios nos dice que podemos hacer todo cuando lo hacemos en Cristo, en Su poder y no en nuestras fuerzas.
Entonces, la pregunta clave es: ¿Qué estamos haciendo con el tiempo que Dios nos ha dado? ¿Cómo lo estamos administrando? Todos nosotros tenemos la responsabilidad de procurar algo en esta vida, Pablo lo llama el “premio”. Todos estamos corriendo para ganar el premio eterno, pero este, no viene sin esfuerzo y cuidado. El premio viene por terminar la carrera.
1 Corintios 6:19-20 (NTV). Lo que necesitamos entender es que nuestras vidas, nuestros cuerpos, nuestras posesiones y nuestro tiempo, no son nuestros, sino que le pertenecen a Dios.
Juan 9:4-5. Como creyentes, debemos cuidar de no vivir egoístamente. Mientras estemos en este mundo, debemos aprovechar nuestro tiempo para promover el Reino de Dios. Debemos anhelar que, cuando se acabe nuestro tiempo aquí y lleguemos a la presencia de Dios, escuchemos que Él nos llama: “buen siervo y fiel, entra en mi gloria, porque has administrado bien el tiempo que te di.”
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